Lydia Apiah tiene 30 años, una sonrisa perenne oculta por la mascarilla, que se pone para prevenir el coronavirus cuando anda por la calle, y dos hijos: una niña de siete años y un niño de dos. Ambos nacieron cuando ella era ya adulta. Pese a ello, nadie sabe mejor que Lydia lo que es quedarse embarazada siendo adolescente. “A mí me pasó hace doce años. Yo no me di ni cuenta; lo notó la familia de mi novio. Cuando me lo dijeron, me llevaron a un lugar que yo desconocía para abortar”, recuerda. Dice que era muy joven, que no disponía apenas de información y que ese problema, el embarazo adolescente, resulta una constante incluso hoy en día donde ella nació y vive: Jamestown.