La calle Alcalá había sido la city de Madrid durante décadas, pero los bancos buscaban lucirse en la Castellana, el flamante eje que surcaba la ciudad de norte a sur. A los propietarios del Banco de Bilbao la sede tradicional de Alcalá, un diseño de 1918, se les quedaba vieja, y plantearon un nuevo edificio corporativo en la gran avenida a la que el franquismo había rebautizado como “del Generalísimo”.